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OTROS DICHOS Y HECHOS... 5

Lo que pocos sabían es que papá Chávez tampoco estaba ganando lo que pensaba. Sus proyectos de reemplazar a Boludia como abastecedor de gas no habían prosperado. Por mucho que Melgarevo insistiera “dale jefe, dale jefe” diciendo, nada. Chavez no había podido aprovechar ninguna de las concesiones que se le hicieron.
Ni siquiera las 40 mil hectáreas que se le otorgaron para que explorara hidrocarburos en el altiplano, sin licitaciones ni compromisos… tremendo territorio a cambio de un caballo, es decir, de un helicóptero. Nada. Melgarevo feliz en el helicóptero, y papá Chavez nada, ni un metro de pozo perforado. Ni modo.
Tampoco era la única concesión. Más al sur, el General Melgarevo entregó a una empresa de la india, también por excepción estratégica, el yacimiento de hierro más grande del mundo, con 5 mil hectáreas de tierra adicionales y el derecho de explotar también hidrocarburos. Y no pasaba nada. Les ofreció gas a mitad de precio y se comprometió a construir carreteras, ferrovías y un puerto para que se llevaran el hierro. Y no pasaba nada. Les permitió a ellos hacer esas construcciones y que se descontaran de los impuestos que tendrían que pagar, y nada. Melgarevo inauguró tres veces las obras, firmó cuatro veces el contrato, bailó con sombrero de sao cada una de esas veces, y nada. Junto al hierro había manganeso así que se comprometió a comprarles lo que sacaran, cubriendo todos sus costos, hubiera o no mercado… y nada. Melgarevo celebraba en el vacío de una montaña de hierro una entrega que no podía entregar. Menos mal, dirían los sensatos.
Eso no le importaba al general Melgarevo, igual celebraba la inauguración de una fábrica de papel en el Chapare, de una de vidrio por otro lado, de una envasadora de bolsitas de coca más allá. No importaba si funcionaran o no. Nadie le quitaría lo bailado.
Lo que no podía era inaugurar las verdaderas plantas de industrialización de coca. No porque no quisiera inaugurarlas sino porque eran tantas, que no tendría el tiempo ni de echarse una cuequita si las tuviera que inaugurar. Además... la mayoría eran portátiles y funcionaban por 24 horas o menos, así que la policía siempre podía sumar todos los restos que encontraba y quemaba como si fueran logros en la lucha contra el narcotráfico. Había días en que así se destruían más de 100 plantas industrializadoras de coca por día, “imagínense” decía Melgarevo, y no se sabía si era orgullo o satisfacción lo que se veía en su mirada.
Lo que más le gustaba al general era inaugurar las obras de “Boludia calla, Melgarevo cumple”. Un programa por el que regalaba dinero ajeno a alcaldes y dirigentes sindicales a cambio de que le aseguraran los aplausos y la fidelidad de los pobres. Gracias a ese programa se inauguraron muchísimas canchitas múltiples y mercados campesinos, aulas escolares y postas sanitarias. Algunas de ellas se empezaron a desmoronar el día mismo en que el cántaro de chicha de la inauguración fue estrellado contra la pared, descascarada por tan tremendo golpe, y otras alcanzaron a llegar a las primeras lluvias de temporada. No había contabilidad ni rendición de cuentas. Melgarevo daba los cheques, que provenían del embajador de Chavez, y marcaba en su agenda la fecha de inauguración. Nada más importaba, ni cómo se hicieran las obras, ni lo que pasara después con ellas. Era una fiesta para todos, alcaldes y constructores, que celebraban felices al General Melgarevo. Que por supuesto cumplía, sobre todo con Chávez.

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